Depresión postfinde

No hay nada como poder disfrutar de tres días de fiesta seguidos, después de casi tres meses teniendo solamente un día libre a la semana. Por fin llego el tan esperado y ansiado fin de semana y creo que lo hemos disfrutado bastante, aunque con un percance a la vuelta.

He tenido un fin de semana de lo más tranquilo. Viernes viaje hasta la costa y cena con mi cuadrilla. Aunque llovía y hacia frío no nos quedo otra que cenar en una terraza y es que en mi pueblo no se nota mucho la crisis, un viernes noche y no había sitio para cenar en ningún bar!

El sábado bien tempranito tocaba cambiarse de look, pero no hay ninguna queja de cuando solamente te pasas 30 minutos en la peluquería y sales como nueva. Después, daba comienzo lo mejor el fin de semana en una talasoterapia. Del hotel mejor no hablar, deja mucho que desear, lo se soy exigente y no me gusto el servicio, eso de que den preferencia a los que tan solo van a las piscinas antes que a los que están alojados es algo que va en su contra. Para daros una pista se sitúa en un pueblo donde ayer todos iban vestidos de amarillo para animar a su trainera. Si, hablo de esos que ayer ganaron la tanda pero se quedaron sin la bandera de la concha. ¡Aupa Castro!

Lo mejor del fin de semana fue la estancia en el circuito de talasoterapia, piscinas y más piscinas, chorros y más chorros, jacuzzis, saunas, duchas tres estaciones.... Todo listo para relajarse, olvidarse de los problemas musculares y disfrutar... A la hora de la cena conversaban los bostezos entre ellos, pocas ganas para hablar y no os cuento ya que bien dormimos!

Y después de tanto relax a la hora de la vuelta el coche decidió que le tocaba descansar a el y no le dio la gana de arrancar. La vuelta hasta Pamplona primero en taxi, servicio del seguro, después en bus hasta la ciudad cercana a nuestro pueblo, y por último otro taxi para llegar a casa. Sin duda, una odisea.

Nunca puede salir todo bien, siempre hay algo que se tuerce. Eso es lo que hace que después tengamos anécdotas que contar.